Querida Argentina

 

Allá por los años sesenta, mis sueños de juventud volaban hacia un país de encanto. Imaginaba por entonces, trabajo, vivienda, educación y salud para todos en mi tierra. Aposté con orgullo a caminar con la frente alta, por los logros merecidos de mi gente.

Pasaron los años y aquellos sueños de juventud, aquel sentimiento de triunfo merecido quedaron en el prado, cual flores marchitas, apenas sostenidas por débiles ramas secas tal vez esperando una primavera que nunca llegará. Me robaron la ilusión, el entusiasmo por ver a mi país en la fila de los mayores.

La nueva (y otra más…) crisis a la que nos han sometido, sin necesidad, llevó a muchos argentinos a un estado de estrés que conlleva insomnio, desconcierto, desgano, angustia, necesidades y, sobre todo, profundo dolor por saber que no se cumplirá jamás lo soñado. 

Siento que transito un sinuoso camino como el de mis montañas, curvas violentas, lentas trepadas, abruptas bajadas, largos tramos de serenas rectas. Camino que recorro, una y otra vez, sin encontrar la imaginada meta donde me encandilen los rayos de un sol que prometa calor y esperanza en el porvenir.

No sé si todavía cabe la pregunta: “¿qué Nación queremos?”, cuando la historia ha estado en contra de un país en crecimiento y hoy estamos en un descreimiento absoluto. Los sucesivos golpes militares y los dirigentes que continúan complicados en una corrupción institucional plagada de mentiras, negociados, pactos y acuerdos secretos están llevando a la destrucción el patrimonio del país. Solo pensemos en la entrega de “planes sociales”, como los “trabajar” ( o NO trabajar…) dádivas miserables que fueron necesarias ante la ineficacia y el despilfarro de los administradores; quienes también los utilizan para conseguir votos y continuar detentando el poder. 

Así ha sido la historia desde que éramos colonia, con algunas escasas excepciones, que el presente trata de sepultar. Siempre los intereses personales de los dirigentes se antepusieron a las necesidades del pueblo.

¡Qué grande era mi inexperiencia en aquellos años de juventud! ¡Que poca y mala información recibida, para hacernos creer en un futuro venturoso de la patria!

Nada de mi sueño se cumplió, en el prado quedaron las flores marchitas, los arbustos cansados y la primavera que aún no llegó.

A pesar de los golpes a la ilusión, mi corazón se llena de optimismo al pensar que mis hijos y nietos continuaran la lucha por un país mejor. Que sean ellos y las generaciones venideras los que vean mi sueño cumplido: «una Argentina donde primen los valores de solidaridad, trabajo, honestidad, igualdad para los nacidos en esta bendita tierra y para todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar su suelo»

 

 Susana Fasciolo – Reflexiones del 2007

 

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