¡Aquellos juguetes!

 

Cuando era niña me entretenía con distintos juguetes, muy diferentes a la realidad actual. Cada uno de ellos me llevaba a situaciones mágicas en un mundo de fantasía inacabable. Había que desplegar la imaginación para encontrar un maravilloso paraíso pleno de aventuras. Estos son algunos de los que hicieron el deleite de mi niñez.

 

 

Mariquita Pérez

 

Realizada a la imagen de las niñas de entonces, medía 40 centímetros de alto, construida en pasta pintada color piel, los labios y uñas de rojo vibrante y rostro muy bello. Abría y cerraba los ojos según la posición que la poníamos. Era frágiles y exigía que tuviéramos mucho cuidado con ella.

En Buenos Aires existía un local exclusivo para Mariquita Pérez y en Mar del Plata, en una boutique dedicada a ella, se podía comprar ropa similar a la nuestra en tamaño muñeca: vestidos, jeans, zapatillas, mallas, abrigos, tejidos, pijamas. Abanicos y anteojos, bolsos y valijas. Hasta un vestido de primera comunión y un libro de misa tenía la muñeca… ¡era ferviente católica! También se podía acceder a pequeños muebles: cama, ropero, mesa y sillas y hasta un pupitre idéntico al que usábamos en la escuela.

Cada hermana tenía la suya y, durante el año, ahorrábamos moneda más moneda para, en el verano, comprar todo lo posible para nuestras hijas. Un placer indescriptible entrar a ese mundo que se presentaba mágico a los ojos de niña.

 

Para los Reyes Magos

 

 

Otra publicidad de la Revista Billiken, decía:

            ¡Sensacional!… Llegó Mariquita Pérez con cabello natural,
            se le hace la permanente, y se la puede lavar:   
            ¿Cuándo han visto sus mamitas un invento tan genial?

 

 

 

Actualmente se fabrica otra Mariquita con características similares pero hechas con nuevos materiales… más modernos, aunque sin la magia de aquella compañera de momentos inigualables. Las niñas de hoy, tengo la impresión, no juegan a ser madres como lo hacíamos en aquel tiempo, si bien abundan nuevos diseños de muñecas algo más sofisticadas. La computadora, los teléfonos celulares, las redes y los juegos virtuales reemplazaron la vocación que sentíamos por jugar a las señoras cargadas de hijos y obligaciones,

Eran originarias de Portugal y España fabricadas por la empresa Mariquita Pérez S.A. (1938/1972)

 

 

 

Marilú

 

Más pequeña que Mariquita Pérez, poseía articulaciones en brazos y piernas. Ojos expresivos, párpados que se entornan, facciones suaves.

Marilú

 

“Piadosa, sobria y elegante”…

decía la publicidad de aquella época.

 

Como Mariquita Pérez, ella también tenía su propia boutique: Casa Marilú, en Buenos Aires donde era posible encontrar todo el ajuar de la muñeca.

Yo también tenía mi Marilú, aunque ella no gozaba de tantos favores como Mariquita.

 

Publicidad gráfica

 

Las primeras que llegaron estaban fabricadas en Alemania y, por la segunda guerra mundial se comenzaron a fabricar en la Argentina entre los años 1940/1960.

 

 

Muñecos de goma y caucho 

 

Para trato más informal, más displicente, estaban los “bebés de goma”, listos para resistir cualquier situación. Compañeros diarios de juegos, con ellos dormía, iba a la plaza, al parque, o quedaban abandonados en el piso de casa. Todo lo soportaban, sin queja. Ellos eran mis compañeros de playa y mar. Juntos gozábamos el severo sol del verano que doraba nuestra piel y las grandes olas del Atlántico.

Un dato curioso sobre las dualidades infantiles: de los que consideraba mis hijos, el muñeco de goma no era hermano ni de Mariquita, ni de Marilú. Ellas tampoco eran hermanas entres sí. Sin embargo, durante los momentos de juego, era una “abnegada madre” con cada uno de ellos.

 

 

Maderitas de colores

 

Este juego de construcción estaba compuesto por un conjunto de blocks de madera de pequeñas piezas pintadas de diversos colores y de variadas formas: rectángulos, cuadrados, triángulos y aspectos diversos. Con ellas se armaban divertidos juegos: casas, castillos, personajes, torres, y mucho más, un sinfín de situaciones. Solo hacía falta un poco de imaginación para volar a mundos desconocidos.

También me enseñaron de forma visual a entender sumas y restas.

 

Juegos de maderas

 

Sin ninguna duda este tipo de juego didáctico perduró y la tecnología acrecentó sus posibilidades a niveles insospechados. Los actuales permiten lograr creaciones tan cercanas a la realidad que van mucho mas allá de lo que puede imaginar un infante.

 

 

Proyector de Cine

 

Los descubrimientos técnicos y nuevos inventos de la primera mitad del siglo XX, fueron imitados y convertidos en juguetes. La aparición del cine no escapó a esta realidad.

La pequeña máquina incluía las películas para proyectar: viajes, vaqueros, cuentos famosos o las aventuras del Pato Donald y sus sobrinos, Mickey y Pluto, que hacían el deleite de los niños.

Los festejos de cumpleaños, como se acostumbraba, se realizaban en casa y junto con mis hermanas, éramos las responsables de entretener a las invitadas. Así las sorprendíamos proyectando distintos episodios.

 

 

Juegos de magia

 

También eran la atracción en los festejos con amigas, las asombrábamos con hechizos secretos: monedas que desaparecían, el escarbadientes mágico, adivinanza de números y cartas, entre otros.

Pero el que se convirtió en nuestro acto más requerido por la platea era el cambio de color del agua dentro de pipetas de laboratorio. Del rojo al azul. Del azul al violeta. Y del violeta al amarillo. Con solo volcar el líquido de un envase al otro, el cambio de tono se producía, como por arte de magia.

Me sentía una alquimista trasmutando colores. Me encantaba distinguir las miradas de asombro de mis invitadas. Todas preguntaban el porqué de semejante milagro. Por supuesto que ni mis hermanas ni yo, nunca revelamos nuestro mejor secreto.

Lo cierto es que mi padre traía químicos en polvo, que se guardaban en el interior de las pipetas y que al volcar el agua de uno a otro recipiente el color mudaba sus tintes.

 

 

Autos de caucho y plástico

 

 

Los autitos eran todo lo que ambicionaban los varones de la época que se desvivían por los de carrera, tal ves influenciados por los triunfos de Juan Manuel Fangio. Las niñas tampoco éramos ajenas a esta pasión nacional.  Se comercializó en plástico, y en miniatura, el modelo Alfetta similar al que corrió el piloto de Balcarce cuando ganó uno de sus campeonatos mundiales de Fórmula 1. Otros muy solicitados eran las miniaturas de los turismo carretera tanto de Ford como de su eterno rival Chevrolet.

Se comercializaron camiones de la más diversos tipos como volquetes, aguateros, de carga y distintos modelos de aviones.

Los miniaturas del turismo carretera se rellenaban con masilla para darles peso y lograr que funcionaran mejor en piso de cemento, tierra o arena. Recuerdo esos días de playa y los circuitos de carrera con público alentando a los contendientes. Por supuesto, también me gustaba participar con uno de esos autos.

 

 

 

El Constructor Infantil

 

Para estimular la creatividad

 

Un tablero de madera con perforaciones donde se encajaban las “columnas de madera”, de distintos tamaños con caladuras verticales en sus cuatro lados. Una serie de piezas de cartón (partes ciegas, puertas, ventanas, barandas, vigas y techos) se deslizaban por los bordes de las columnas, formando las paredes de la futura construcción.

Pasé largos días ideando casas, salones y hasta la parroquia del barrio. Concentrada con avidez por aquella temprana vocación naciente por la arquitectura.

Era un producto de la empresa Occhipinti y Ferreri de Argentina, quienes lo fabricaron desde 1932 hasta 1965.

 

 

 

Máquina de coser 

 

“Cosiendo con Norita, juego y ayudo a mamita”

 

Pieza publicitaria gráfica

 

La maquinita cosía en serio, colocando el carretel de hilo, su recorrido por diversos caminos, enhebrando la aguja al final del trayecto. Y finalmente  girando la manija en forma manual daba sus certeras puntadas.  Al lado de mi madre, di los primeros pasos de costurera. Ella confeccionaba la ropa para sus hijas y yo para mis muñecas. Entrenaba para más adelante, ya que en mi adolescencia aprendí a elaborar algunas prendas, con la “Elna” de mi madre, la primera máquina de coser eléctrica, de origen suizo y de estupendo diseño.

 

 

 

 

El cerebro mágico 

 

Este juego de preguntas y respuestas combinaba dos mundos antagónicos, la ciencia y la magia. Compuesto por un sistema eléctrico, alimentado por pilas, y cables interconectados entre la pregunta y la respuesta, que al tocarlos en forma simultánea hacían que encendiera una lamparilla.

¡Que satisfacción cuando eso sucedía!

Sentía que estaba en un mundo de inequívocas verdades.

 

 

 

 

 

Títeres

 

Títeres caseros

Los muñecos los fabricaba con mis hermanas. Sobre mates de calabaza en desuso aplicábamos papel maché –diarios macerados con y cola por días hasta formar una pasta- dando forma a las cabezas de los distintos personajes, que serían los protagonistas de esas historias que inventábamos. Diablos, brujas, princesas. Siempre el malo y el bueno o la bella y el malvado. Pintadas a color con témperas, los personajes adquirían un aspecto impactante.

Con la ayuda de mi madre confeccionábamos los atuendos de los actores que representarían el cuento.

Solo necesitábamos una tela atada al respaldo de dos sillas para formar el escenario. Convocábamos a vecinos y amigos para la función.

 

 

El pingüino caminador

 

 

Está entre los que desaparecieron

 

Un pequeño pingüino de madera con dos ruedas y unas gomas adheridas a ellas en forma de láminas que, al girar, golpeaban el piso con un característico  “cla…cla…cla…». Era conducido con un bastón de empuje. Tan simple. Tan austero. Hizo por muchos años la delicia de mis paseos. Aún resuena en mi mente el sonido que producía el pequeño pájaro en su andar.

 

 

Otros  

 

Triciclo, sulkyciclo, bicicleta; trompos, baldes y palitas; batería de cocina y juegos de té; osos y perros de trapo y tantos otros, completaron los días felices de la niñez.

 

 

 

 

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