En este artículo creí conveniente desarrollar las distintas alternativas que debemos considerar al momento de diseñar un espacio interior. Es muy rica la historia que nos legaron los grandes maestros, en cuyos trabajos deberíamos apoyarnos para desarrollar nuestras propuestas.
Como punto de partida es importante recordar las palabras de Le Corbusier a los estudiantes de las Escuelas de Arquitectura:
“Hoy me dirijo a ustedes, a pedido de vuestros colegas, a fin de romper la barrera de la edad, entrar en amistad y también a fin de disipar demasiados malentendidos sustentados por personas interesadas en nuestros desacuerdos; haciendo a un lado la maldad, considerando que nos anima la misma fe en la construcción: ustedes con las ganas de aprender, yo, con un ardor, igualmente grande, apoyado sobre una experiencia de cuarenta años, predisponiéndome más que nunca a los descubrimientos”.
Traigo estas palabras de Le Corbusier, el notable arquitecto, teórico, urbanista, interiorista, pintor, escultor y escritor, porque hoy, más que antes, los arquitectos nos debemos unir para el mejor ejercicio de nuestra profesión que sin dudas redundará en mejores resultados para nosotros y quienes recibirán nuestros servicios. El intercambio de ideas, posibles soluciones y los problemas que se presentan, nos llevará en conjunto a crecimientos inesperados. Debemos ser conscientes que el título, inicialmente es una limitación porque los conocimientos son insuficientes cuando nos toca responder a las exigencias del medio. El constante crecimiento al que debemos obligarnos en la tarea profesional es fundamental para completar lo que la facultad nos legó.
Nuestra profesión reclama profunda vocación, ya que debemos dar respuesta a los problemas primarios del hombre: vivienda, lugar de trabajo, recreación, espiritualidad, entre otras. La tarea nos exige entrega pero nos devuelve la mayor satisfacción: el beneplácito de quienes confiaron en nosotros para resolver su problema.
Decía Miguel Ángel, el arquitecto, escultor y pintor, genio del Renacimiento y uno de los más grandes creadores de toda la historia:
“El mayor peligro para la mayoría de nosotros no es que nuestra meta sea demasiado alta y que no la alcancemos, sino que sea demasiado baja y la consigamos”
Quiero agradecer a aquellos maestros que me dieron las bases en mis comienzos como estudiante de arquitectura y, muy especialmente a aquellos que me formaron en las materias básicas de mi profesión:
Enrico Tedeschi, Gerardo Andía, Juan Brugiavini, en arquitectura.
Daniel Ramos Correa, en paisajismo y dibujo en acuarela.
Luis Casnati que inicio mi deleite por el interiorismo.
La importancia de los espacios interiores
Existe una íntima comunión entre la arquitectura y el equipamiento de interiores. Son prácticamente indivisibles. Esas profundas coincidencias se dan en lugares donde se desarrolla lo cotidiano, los momentos y el tiempo. Son los espacios que constituyen el escenario donde existimos y transcurre nuestra vida, desde el momento mismo que abrimos los ojos al mundo por primera vez.
Los espacios (vivienda, cine, teatro, centro de compras, hospital, plaza, parque, entre muchos más) producen sensaciones, modifican el sentir de los habitantes por la estrecha relación que se genera entre el usuario y el entorno donde el individuo se encuentre. Y no sólo es el ámbito espacial (muros, altura, aberturas, materiales, texturas, colores, etc.) el que reclama su lugar, también importan los objetos que están en contacto permanente con el hombre (muebles, cortinas, artefactos lumínicos, alfombras, telas, etc.).
Si están armónicamente conjugadas todas las partes que intervienen, serán el disfrute del usuario o, por el contrario, el padecimiento si no existe la armonía. Intervienen también estímulos visuales, de movimiento, las sensaciones que hacen al tacto, las auditivas y aquellas percepciones que se registran por el sentido físico. Todas esas incitaciones que llevan a la conformación de las emociones.
La arquitectura interior se camina, se recorre, se usa, como también se sufre al estar íntimamente ligada a las necesidades primarias del hombre. La calidad del espacio interior será la primera virtud de una buena obra de arquitectura y la razón de ser de un edificio porque se «vive» en el interior. La mala arquitectura es fría e irreal.
Un correcto diseño de las circulaciones dentro de los ambientes es parte de la arquitectura, como también la acertada ubicación del mobiliario. Por eso es muy difícil separar ambos temas y lo correcto es que la envolvente responda a las necesidades del amoblamiento. Las medidas adecuadas para la ubicación de las partes, las zonas quietas y las de movimiento deben funcionar ajustadamente. Lo mismo sucede con la penetración de la luz natural adecuada a la función que cumplirá junto con la ubicación de las bocas eléctricas en el lugar exacto, los radiadores de acondicionamiento térmico y demás elementos que también juegan un papel importante en lo que denominamos “confort”.
Cada uno de los ambientes tiene sus condiciones generales inherentes al tema que los define, pero también a sus condiciones particulares según el lugar, el clima, los requerimientos sociales, las costumbres y sobre todo las necesidades, tanto físicas como espirituales, del usuario.
Pero mucho más complejo aún es el factor tiempo. Nuestros lugares deben ser pensados para posibles variaciones futuras. Inicialmente serán individuos solos, luego una pareja, después la pareja más niños, uno más uno sumados al grupo aportando la creación de un universo de necesidades, según las edades y el crecimiento de los hijos. Más tarde éstos se comienzan a marchar y otra vez la pareja queda sola, pero en distintas condiciones que al comienzo. Y al final, un hombre o una mujer, solos. Aquí no hay leyes ni preconceptos, cada lugar es único, irrepetible.
Sucede de manera similar con el resto de los ámbitos como oficinas, locales comerciales, estudios, consultorios. El paso del tiempo modifica los requerimientos.
Independiente de la magnitud de la obra, el interés debe ser igual en todos los casos, ya que siempre se trata de resolver el problema de cada individuo ubicado en cualquiera de los lugares donde le toque desarrollarse. El ambiente a crear se deberá convertir en el espacio adecuado para las necesidades requeridas.
Somos organizadores de espacios comprometidos con la intimidad de hombres y mujeres. La arquitectura es, sobre todo, una importante parte de estética con un amplio sentido común, y cuanto más modesto sea el problema planteado, más imaginación hará falta para crear ambientes mágicos.
Alejarse de la moda
Es imposible innovar si desconocemos el pasado. Se trata de aprender de la experiencia de otros y de la propia. Ese pasado deberá ser maestro y también nuestro único amonestador. El esfuerzo se debe apoyar en lecciones anteriores, únicos testigos que poseen un valor indiscutible. Otra vez apelo a un comentario de Le Corbusier, sobre las lecciones dictadas por siglos:
«La historia solo ha conservado esos testigos leales; las imitaciones, los plagios, se hallan alineados más atrás, abandonados, hasta destruidos. El respeto hacia el pasado es una actitud filial, natural para todo creador. Se trata de construir un nuevo folclore, llegar a tocar ese lugar desde donde parte la luz. Las nuevas técnicas están para nuestro auxilio, la versatilidad de los materiales, la profesionalidad aportada a la idea, sólo tendrán valor por el resultado de nuestra propia impronta”
Hablemos de los objetos con los cuales compartimos nuestra vida cotidiana, manteniendo con ellos un diálogo constante. Objetos compañeros que pueden ser poéticos, almas gemelas de nuestra sensibilidad, que por su forma, dimensión o materiales son aptos para “completar” nuestro espacio doméstico. Esto puede suceder con una piedra recogida en un lugar lejano, una rama retorcida de forma caprichosa, el retrato de un hijo, una fotografía de viaje, el regalo de un querido amigo, una artesanía adquirida en un pueblito. Infinidad de testigos que hablan de recuerdos, de lenguajes, tomados por nuestras manos, vistos por nuestros ojos, en definitiva, compañeros de evocación. Y nosotros, los hacedores del espacio, debemos respetarlos por ser parte fundamental de la vida de quien o quienes serán los habitantes del nuevo ámbito. Aquí no interviene la moda, lo que se usa, las tendencias o la belleza de nuestro trabajo, sólo el bienestar de quienes son los beneficiarios de nuestra entrega.
La moda es pasajera. Se comprende en los elementos de corta duración, la vestimenta, el calzado, el maquillaje, el peinado; pero nunca en lo que debe permanecer en el tiempo. El equipamiento no debe estar ligado a los vaivenes y caprichos de algunos dictadores de estilos. Lo simple es lo que perdura en los diseños que están totalmente ligados a su función, sin aditamentos innecesarios, puros, limpios, escuetos; cuya riqueza está dada por su transparencia conceptual, la pureza de sus materiales y por sus formas limpias y concretas.
Un tema de especialistas
Encuentro una serie de nombres adecuados para referirme a lo que estamos tratando: Arquitectura interior, Diseño de interiores, Interiorismo, Equipamiento, pero estoy totalmente convencida de la necesidad de desterrar de nuestro vocabulario la palabra “decoración”, que según el diccionario significa “adornar”. Se adorna una torta, un vestido, un salón de fiestas, pero no un ambiente que pretende ser permanente.
El interiorismo es todo lo contrario. Se trata de responder, de la forma más adecuada posible, a las necesidades del usuario. Significa enfrentarse con los problemas de la vida diaria y recurrir a ciertas zonas que implican sabiduría, comprensión, compromiso, para resolver satisfactoriamente los conflictos. Requiere una compleja combinación de conocimientos, técnicos y humanos que nos lleven a soluciones correctas. Debemos conocer el mercado en donde nos toca actuar, no podemos buscar soluciones “imposibles” de realizar en el medio. Si esto ocurre, o debemos dar marcha atrás con el diseño o seguramente caeremos en imperfecciones de difícil reparación.
Existe, con increíble frecuencia, una competencia desleal de parte de aquellos que creen poder aconsejar sobre nuestros temas. Ellos son: carpinteros, decoradores, aficionados, empleados de comercio afines a los rubros utilizados -con el afán de vender llevan a elecciones equivocadas- y los que opinan, colegas o no, sin conocer la totalidad del proyecto. Así, la baja calidad del servicio tiende a expandirse y algunos desprevenidos descubren demasiado tarde el error de haber aceptado o contratado una propuesta de costo reducido y hasta gratuito, impulsado por malas ideas que luego no lo dejarán satisfecho.
La obligación que nos corresponde es alentar las capacidades de quienes se dediquen a esta tarea, difundiendo el conocimiento teórico y las técnicas prácticas. No quiero secretos, sino que cada uno de nosotros, el cuerpo de profesionales, asuma la responsabilidad de compartir sus conocimientos con los colegas y difundir los resultados positivos, así también como los errores cometidos.
El egoísmo del profesional con sus pares, no elimina la competencia sino que la degrada. De este modo, lograremos que la tarea de resolver un equipamiento interior sea considerada como una verdadera categoría profesional. Indudablemente este intercambio obligará a una constante evolución y renovación de nuestras metas.
Debemos informarnos de las alternativas que ofrece el mercado. Investiguemos. Busquemos. Es imprescindible conocer a fondo las propuestas que nos brindan, los materiales, sus medidas, terminaciones, tintes, lustres, colores, herrajes, sistema de fijaciones, y todas las herramientas para poder diseñar.
Este nivel de conocimiento nos permitirá ofrecer la mejor alternativa para cada cliente en particular. No hagamos propuestas que por sus condiciones de diseño, resulten imposibles de realizar.
Herramientas
Las ideas se deben gestar en la mente. Es necesario tomarse un tiempo antes de volcar una idea al tablero. Dicen que el peor enemigo de una idea es el papel. Esto refiere a ese tiempo que necesita la mente para afirmar o desechar lo que está gestando. Dejemos que vuele el pensamiento, que la idea se corporice, que tenga la fuerza necesaria.
Y quiero terminar estas afirmaciones con una frase de Leonardo Da Vinci que refleja con total exactitud esta idea:
“Aléjate de vez en cuando, relájate un poco, porque cuando regreses a tu trabajo tu juicio será más certero, puesto que, si siempre trabajas, perderás el discernimiento»
Quiero expresar mi postura respecto a la computadora como herramienta para resolver los proyectos. Creo que cada uno de nosotros debe encontrar la mejor manera de resolver el trabajo, según su preferencia.
Fui formada con la técnica del lápiz y el papel. Siento que mi mano es la prolongación de mi mente, el instrumento natural que vuelca en el plano lo que estoy pensando. Me gusta sentir texturas, que domino la presión del lápiz sobre el dibujo según decida enfatizar las partes, jugar con los lápices de colores, las tintas o agregar un toque de acuarela. Me siento dichosa de experimentar la realización de un croquis a mano alzada. Me acompañan en mi tarea el tablero, la regla paralela, las escuadras, el papel opaco y el transparente, los pinceles y mi vieja caja de compases Kern que conservo de mi época de estudiante.
La presentación de los trabajos realizados en la computadora es impecable, pero a veces me disgusta la falta de personalidad que tienen. Y me pregunto si esa falta de personalidad en la presentación no responde también a una falta de personalidad en el resultado del proyecto. Muchas veces impresiona la técnica por lo perfecto del dibujo y sucede que detrás no hay ninguna idea interesante. Se confunde una buena presentación con un buen proyecto. Lo que trato de decir es que el uso de la computadora, valiosa por cierto, se debe tomar como una herramienta. Pero sucede que frente a la pantalla de la computadora, resulta fácil elegir diferentes opciones de cambios y es tanta la velocidad con la que podemos plasmarlas que sin dudas, van más rápido que las reflexiones de la mente. Al utilizar la mano damos tiempo a repensar las ideas.
De todos modos, sé que la excelencia de los proyectos no pasa por uno u otro método, pasa por la aptitud y compromiso del proyectista.
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