Proyectos indivisibles

 

Estoy convencida que el término “decoración” no existe en mi profesión. No se “decoran” los interiores, como tampoco la arquitectura. Se estructuran. Se proyectan. Se piensan. Son el resultado de un necesidad.

 

No puedo imaginar el exterior de una obra de arquitectura, donde éste no sea solidario con su interior en su ser más profundo. Es como querer separar el interior del cuerpo de una persona de lo que vemos. Si está sano por dentro, lo demostrará hacia afuera.

No concibo proyectar un espacio, si no comienzo por su esencia, ubicar primero lo inmediato y luego “envolverlo con la piel” adecuada a sus necesidades. El resultado será óptimo, respondiendo adecuadamente a la función para lo cual fue creado.

Por esta comunión entre las partes que componen una obra de arquitectura terminada, no puedo separar cada una como si fueran universos distantes. Al proyectar un espacio estoy imaginando todo el conjunto desde las primeras líneas del diseño. Imagino los muebles, sus formas, la ubicación, iluminación, colores, texturas. De no ser así…de cuántas formas diferentes podría ser mi proyecto.

Pretendo encontrar la solución adecuada, la mejor, para cumplir con todas las necesidades requeridas. 

 

Rincón de fuego

 

El equipamiento interior es tan importante como la resolución de la “cáscara” que lo envuelve, tanto, tanto, que son una sola cosa. Deben estar totalmente hermanados. 

La actual realidad de costos elevados para construir, obligan a que las resoluciones deben hacerse en espacios más acotados y las posibilidades de los diseños, tanto de la parte edilicia como del amoblamiento interior, también terminan siendo afectados. Es por ello debemos aguzar la creatividad para alcanzar logros de excelencia con ideas menos onerosas.

Es muy importante la trascendencia del diseño interior y creo que el arquitecto debe manejarlo junto con el proyecto arquitectónico, todo desde la concepción de las primeras ideas. Y somos solamente nosotros, los arquitectos, los que tenemos en la mente la idea total del conjunto como el autor de un libro, el director de cine o el dramaturgo con su obra de teatro. El proceso creativo es individual, donde se conjugan las ideas y aparece la luz, en algún momento mágico. Allí, entonces, es cuando  tenemos el control del todo, ese delicioso equilibrio de cada una de las partes. Donde imaginamos el conjunto y todo tiene forma, es como debe ser. Está allí plasmado en nuestra imaginación, con absoluta nitidez y claridad. 

La tarea del arquitecto se hace con el corazón. Se hace con el alma. Se hace con la entrega que surge desde nuestro ser más profundo, como el interior de la arquitectura.

 

Zona de amistad

 

 

1 Comentario

  1. Susana, me encantó el artículo… pienso lo mismo! es tal cual… felicitaciones!

    Responder

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Share This